La noticia de que se cumplen diez años desde que el Instituto de Gobierno y Políticas Públicas (IGOP) comenzó a funcionar me llena de sorpresa en sentido positivo. Dada la relevancia del IGOP en el panorama de la investigación y la toma de decisiones en políticas públicas, parece que su presencia nos viene acompañando desde hace mucho más tiempo. Pocas instituciones de investigación en España han tenido un crecimiento tan rápido y se han convertido en un margen temporal tan breve en una referencia tan importante, no sólo en el marco nacional sino desde la perspectiva también de la investigación internacional.
Este feliz asentamiento tiene el gran mérito, además, de haberse producido en un período muy complicado. El IGOP nació justo cuando la gran crisis que nos tocó vivir en años recientes se estaba gestando y su desarrollo ha sido paralelo a una creciente restricción de recursos para la investigación y la formación en la evaluación de las políticas públicas. Puede decirse con propiedad, por tanto, que la consolidación del IGOP ha tenido lugar contra viento y marea y que el haber llegado a buen puerto sólo ha sido posible por la firme voluntad de sus impulsores y por el gran capital humano que han sabido aglutinar.
Si hubiera que resumir por qué el IGOP se ha convertido en una referencia tan importante creo que la mejor manera de hacerlo sería aprovechar el título de su última memoria anual:
Generar y compartir conocimiento para el progreso social. Esa ha sido la que hemos percibido como principal vocación del IGOP desde sus inicios, materializada en proyectos de investigación, actividades formativas, canales de difusión y, sobre todo, una propuesta constante de espacios de encuentro. Probablemente sea este último, además de la excelencia, el mejor rasgo definitorio del IGOP, con una contribución a la sociedad que trasciende el mero recuento de proyectos, recursos y resultados.
una propuesta constante de espacios de encuentro (…) además de la excelencia, el mejor rasgo definitorio del IGOP
Querría destacar también otra gran contribución del IGOP a la sociedad, que es la innovación y rigurosidad en la evaluación de las políticas públicas. Durante la última década, la evaluación de la intervención pública ha registrado un enorme impulso en la esfera internacional, siendo más tímidos los avances en España, aunque con cambios muy importantes, tanto cualitativos como cuantitativos. Y ha sido precisamente el IGOP una de las instituciones que más y mejores esfuerzos han dedicado a la evaluación rigurosa de las políticas públicas, ofreciendo nuevos resultados y, sobre todo, incorporando métodos y técnicas de evaluación muy poco desarrolladas hasta entonces.
Durante esta década, he podido participar en algunas de las actividades del IGOP relacionadas con sus proyectos de investigación y también he tenido contactos con la institución a través de otras actividades promovidas por terceros en las que hemos coincidido. Esta colaboración se ha producido, sobre todo, en el ámbito de la evaluación de las políticas contra la exclusión social. Siendo muchas las esferas en las que han destacado los miembros del IGOP diría que una de las más exitosas ha sido la de la aportación de sus recursos para un mejor conocimiento de las actuaciones que pueden mejorar la vida de las personas situadas en los márgenes de la sociedad. Me atrevería a decir que sin el IGOP no sólo tendríamos un conocimiento más deficiente de qué estrategias contra la exclusión son más eficaces sino también que la situación de muchas personas sería peor sin el esfuerzo del IGOP por identificar cómo organizar los recursos colectivos para conseguir mayores cotas de progreso social.
Acertar en la evaluación de cómo desarrollar sociedades inclusivas en un contexto de retraimiento de la intervención pública y de perfiles cambiantes de la exclusión social es, sin duda, uno de los retos más difíciles que deberá afrontar el IGOP en el futuro. Para esa tarea y para el resto de desafíos que impone una sociedad cada vez más vulnerable os deseo lo mejor.
Dr. Ayala, Luís
Catedrático de Economía
Universidad Rey Juan Carlos