¿Hasta dónde llega la brecha generacional? y ¿Cuántas brechas hay?

El pasado 15 de Junio tuvo lugar en el Palau Macaya de Barcelona el primer seminario PROMISE con actores vinculados a las políticas juveniles. Representantes de varias administraciones, asociaciones y profesionales intercambiaron conocimientos y experiencias sobre iniciativas creativas, atípicas y, en ocasiones, conflictivas con las que los jóvenes encaran su realidad. Entre los distintos temas que se trataron, algunos de los más relevantes fueron:

– El delicado equilibrio entre abordar prácticas surgidas desde los propios jóvenes, con sus problemas de continuidad en el tiempo; y aquellas medidas promovidas por instituciones, más duraderas y que admiten un enfoque longitudinal. Varios asistentes subrayaron como asignatura pendiente la falta de sintonía entre la recepción por parte de los jóvenes de las propuestas ofrecidas desde las administraciones y viceversa; lo que apunta a la necesidad de espacios y momentos de encuentro entre unos y otros. Los programas de aprendizaje-servicio reflejan bien estas contradicciones cuando, a pesar de sus efectos positivos, son considerados como imposiciones por bastantes jóvenes.

– Ante problemas estructurales como el creciente carácter generacional de la precariedad o el desempleo, se urgió a afrontar la necesidad y los detalles de diseño e implementación alrededor de medidas como la renta básica, acceso a vivienda, nuevos modelos educativos como Les Escoles de Nova Oportunitat, acreditación de educación informal.

– La importancia de la dimensión temporal y los análisis longitudinales. Como sugirieron varios participantes, necesitamos registrar mejor el impacto que la participación de los jóvenes en las distintas actividades tiene a medio y largo plazo.

– Enfatizar la perspectiva de género a la hora de contar con entrevistadas, proyectos protagonizados por mujeres, y, sobre todo, en el modo de plantear algunos de los ejes que vertebran los argumentos principales.

– Sugerencias e información sobre casos que miraremos de cerca: acciones para alojamiento, varias actividades como la de aprendizaje-servicio de los escoltas catalanes: La Murga; la autosuficiencia energética del barrio Errekaleor en Vitoria, la oficina d’habitage de Gracia, casos de ocupación y masoveria femenina, comunidades online. Así como aspectos a tener presentes a la hora de dar con determinados grupos de jóvenes, que como bien dijo uno de los asistentes, “ya no están en los parques”.

 

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A lo largo de la sesión también quedó manifiesto, varias veces y desde distintos ángulos; que si bien el tramo de edad, más o menos largo, de entrada e inicio de la vida adulta merece atención específica, está lejos de ser un grupo homogéneo abierto a generalizaciones. Los obstáculos contra los jóvenes a la hora de participar en distintos ámbitos sociales y el alargamiento de la etapa en que sufren dichos obstáculos, pueden confundir la percepción del impacto de las desigualdades entre ellos. Por ejemplo, no está para nada claro si el acceso a nuevas tecnologías aunque, de hecho, permita saltar algunas de las barreras tradicionales, no pocas veces las termina reforzando. Nunca fue tan fácil ser autodidacta en infinidad de campos, pero dónde más autodidactas nos encontramos es entre el 10% con mayor nivel de renta.

De manera que junto a una minoría de jóvenes con suerte o talento o circunstancias favorables y que, como en otros momentos históricos, protagoniza algunas de las actividades más innovadoras; convive una mayoría que ve diluirse la seguridad socioeconómica de sus padres, pero disfruta de mayor apertura a la diversidad (genero, cultura, estilos de vida); y una minoría castigada que sufre el desamparo a falta de apoyo familiar o alternativas de protección social. En qué porcentajes se distribuyen estos tres grupos y sus subdivisiones sucesivas puede ser un debate interminable; pero que con indicadores exigentes podamos hablar de cerca de un 50% de fracaso escolar, y porcentajes similares para el desempleo o la pobreza, cuestiona mucho menos la capacidad de los jóvenes que la de los entornos institucionales que los reciben, hasta el punto que más que hablar de fracaso escolar o desempleo, cabe preguntarse por los rasgos de un desencuentro sistémico, y acaso hostilidad, entre, por un lado, los modelos educativos y laboral, y, por otro lado, casi la mitad de la población joven, y no tan joven.